Dios vuelve en una Harley

Los brazos fuertes y tiernos de Joe me mecieron contra su pecho musculoso y provocaron en mí una sensación casi primitiva de estar protegida del mundo. Lo único que oía eran sus latidos rítmicos y lentos con mi oído apoyado cerca de su corazón. Al principio mi mente de enfermera lo evaluó como el ritmo sinusal normal pero, cuanto más lo escuchaba, más sonaba como las olas que volvían a formarse una y otra vez para morir en la orilla. Joe me sonrió y de repente no quise más respuestas, pese a tener un millón de preguntas. Una nube de serenidad y paz se había posado sobre mí y no quería que nada la perturbara.

-Joan Brady-




...y la Luna nos pilló bailando...

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